Un día el piso empezó a menguar. Fue
un proceso lento, tenaz, inexorable: el espacio se fue contrayendo hasta
reducirse a este cubículo en el que vivo ahora y en el que apenas puedo
moverme. Hoy he recibido una llamada. Era ella. Al oír su voz, de pronto he
reparado en que todo se fue empequeñeciendo desde el día de su marcha. Me ha
confesado que quiere volver. Me ha rogado que la deje volver. Y yo no sé cómo
decirle que sí, que me encantaría que volviera, pero que aquí ya no hay sitio
para los dos.
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*Este micro es la ampliación de un nanorrelato que alguno de vosotros ya habrá leído. Me pareció que la idea tenía un poco más de recorrido.